Bajo el eslogan común de hacer la política entre todos con alegría, a gusto de Jaime Durán Barba y con esa vocación compulsiva por el llamado “after office” en bares de moda, en su mayoría egresados de universidades privadas, fueron acercándose al espacio de Mauricio Macri y hoy merodean el poder con diversos cargos en las instituciones públicas de la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires y en otros distritos. Son los jóvenes nacidos políticamente en las agrupaciones La Generación y la Juventud PRO, y tienen en mente seguir los pasos del jefe de Gabinete Marcos Peña y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal: él entusiasma por su alcurnia oligárquica pero remozada y amante de dizque nuevos estilos, por su digamos que condición de ideólogo de la derecha sin corbata que encarna ; ella entrenada en el histrionismo puesto de moda por las amas de casa rubias y santulonas que anuncian productos para la limpieza del hogar, a lo que le suma los ciertos aires de virginidad boba que le imprimen sus expertos en “coaching” para la escena.
Por Carlos López / De inicial y esforzada militancia en la repartija de en globos amarillos y pochoclos en los barrios porteños, hoy comenzaron a ocupar posiciones estatales con creciente capacidad para la toma de decisiones que afectan a millones de argentinos, pero que como siempre ha logrado la derecha en el país, sólo beneficiarán a un puñado. Macri y compañía preparan a su herederos, a los equipos del futuro como ellos gustan decir, con emergentes como Martín Yeza, Martín Maquieyra, Francisco Quintana, Pedro “Piter” Robledo, Mauricio Terrón Míguez, Martín César o María Pía Delneri, para seguir “cambiando juntos”.
La derecha en la Argentina ha encontrado en Cambiemos los hombres y mujeres que mejor expresan los modos de hacer política con la mirada siempre puesta es las llamadas clases altas y medias, interpelándolas e interpretándolas en sus miedos y prejuicios para hacer de ellos herramientas de construcción política en función de los intereses más concentrados y oligárquicos, apelando por cierto a toda las baterías que proveen las estrategias del marketing, para cautivar al electorado. Los programas son los de siempre y figuran en los libros de estilo del neoliberalismo y en un función de rápidos saqueos, hasta la próxima crisis.
Por ejemplo. El PRO anunció las candidaturas para las pasadas elecciones legislativas de 2017 durante un “after office” en San Telmo. Quienes encabezan los espacios del presidente Mauricio Macri hablan de liderazgo para gestión, como lo hacen en las empresas, en vez de conducción y le hablan siempre a ciudadanos-consumidores. Se reconocen a sí mismos como parte de un equipo, no son compañeros ni compatriotas. Se definen como el futuro y hacen hincapié en el presente, dejando de lado el pasado. “Nosotros nacimos en democracia, no convivimos con Perón, no vivimos muchas de las situaciones que nos relatan, no nos interesa. Sí nos interesa tener un vínculo con el presente, con el futuro y ser respetuosos con el pasado”, explica un ex voluntario de la ONG Conciencia que se sumó al equipo del macrismo, Mauricio Terrón Míguez, en una entrevista con un portal de noticias.
Precisamente ésa es la cuestión central: no destinan tiempo en políticas públicas para los más necesitados porque no les interesa. No es una forma de pensar, es más bien una elección de con quién hacerlo, y con quién no. Ellos son “la Generación”, un espacio dentro del PRO que nuclea a militantes nacidos entre las décadas del ‘80 y ‘90 y que hoy ocupan cargos de gestión gracias a la llegada de Macri a la Casa Rosada.
Terrón Miguez ocupa un cargo en la Secretaría Legal y Técnica de la provincia de Buenos Aires, pero no es el único. Entre los más reconocidos se encuentran con un perfil similar el actual intendente de Pinamar, Martín Yeza; el diputado nacional por La Pampa, Martín Maquieyra; el legislador porteño Francisco Quintana y Pedro “Piter” Robledo, presidente de la Juventud PRO y Subsecretario de Juventud nacional, apuntado por ser uno de los más jóvenes dirigentes en empezar con la limpieza de despidos masivos en su sector.
Son jóvenes que han logrado hacer política de otra manera respecto de lo que se practicaba en décadas pasadas, pero siguiendo siempre los pasos de los dirigentes nacionales que hoy comandan a Cambiemos y principalmente adoptando maniobras de presión a los actores antagónicos, como las que lleva adelante el ministro de Trabajo, Jorge Triaca ante los sindicatos.
Según una nota publicada la semana pasada en el diario La Nación, el espacio donde nacieron políticamente éstos dirigentes fue La Generación, lanzada en 2011 -en ese momento se llamaba Generación Política Argentina (GAP)- por jóvenes universitarios que acompañaban al entonces ministro de Educación porteño (hoy electo senador nacional por la Provincia), Esteban Bullrich y al entonces jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
El grupo de jóvenes universitarios tomó mayor relevancia a partir de 2012, cuando Juan Ignacio Maquieyra incomodó a Cristina Fernández de Kirchner en Harvard, al preguntarle durante una charla si quería ser reelecta en un momento que varios periodistas de renombre buscaban la respuesta de la ex presidenta. El hermano de Martín tenía 25 años y había trabajado con Bullrich coordinando la relación con los gremios docentes. Este año asumió como titular del Instituto de la Vivienda (IVC) y está a cargo de la urbanización de las villas, uno de los ejes de la gestión de Larreta en la Capital Federal.
Si bien en el país hay al menos 600 miembros de La Generación, la mesa directiva en la que se encuentra Maquieyra, está integrada por diez dirigentes de menos de 40 años, en su mayoría ex jóvenes PRO, todos funcionarios, intendentes, legisladores o diputados nacionales, es decir, con cargos importantes o con cierta trayectoria en el mundo político.
Diarios oficialistas como La Nación marcan a estos jóvenes como los futuros sucesores del jefe de Gabinete Marcos Peña o de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. Martín Yeza se transformó hace casi dos años en intendente de Pinamar con tan sólo 29 años, luego de terminar su cargo como funcionario porteño.
De la misma generación es el diputado nacional Maquieyra, quien también con 29 años le peleó la elección de La Pampa al peronismo, encargado de gobernar la provincia hace más de tres décadas. A su lado, otro joven formado en la Juventud PRO como Martín César, de 26 años, se presentó como candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires en la lista de Vamos Juntos, que encabezó Elisa Carrió.
Estos dirigentes jóvenes no actúan solos, sino que son seguidos de cerca por otras caras nuevas de la política argentina que han alcanzado un lugar privilegiado con los triunfos de Cambiemos en las últimas dos elecciones nacionales. Pedro “Piter” Robledo es uno de los preferidos de la Casa Rosada para marcar el pensamiento que Mauricio Macri quiere inculcar desde 2015 en los ministerios. Fue “Piter” quien al llegar a su cargo orquesto una profunda limpieza en la Subsecretaría dejando así en la calle a empleados estatales que venían cumpliendo funciones desde la gestión kirchnerista, luego de ser hostigados y apuntados por sus ideologías políticas.
Entre las líneas de Cambiemos se lo reconoce internamente junto a Maquieyra como fundador de las “marcas PRO” que consisten en realizar estrategias marketineras para aplicarlas a la política de campaña. Ellos fueron así los precursores de los globos amarillos como símbolo de Cambiemos y el insólito reparto de pochoclos en las esquinas de los barrios porteños. Algunos, como el presidente de la Juventud PRO en Capital Federal, Martín César, no tienen reparos en reconocer que son militantes del espacio que conduce Macri pero como los de “militancia” lo incomoda, para ellos esa algo así como vulgar y deshonesto, entonces remarca que su posición política no fue alcanzada por su militancia sino por haber participado de una convocatoria en la Universidad donde estudiaba Relaciones Internacionales, la UCA. Con 26 años ocupa el cargo más alto entre la militancia porteña, luego de haber sido partícipe de la campaña electoral de 2009 en la que Macri se presentó en alianza con Francisco De Narváez.
Junto a La Generación y la Juventud PRO, los militantes de Cambiemos fueron armando diferentes espacios para apoyar la candidatura presidencial de Macri, que con la intervención de Marcos Peña y en segundo plano de Francisco Quintana (actualmente jefe del interbloque Vamos Juntos en la Legislatura) y la legisladora Victoria Roldán Méndez, se convirtieron en una misma corriente política a pesar de que los jóvenes “amarillos” habían creado por separado La 24, seguidores de María Eugenia Vidal; La Corriente Pro de Gabriela Micheti; La Solano Lima de Ritondo y otros grupos de debate y armado político que respondían al ex jefe de Gabinete, Diego Santilli, o al ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio.
Precisamente en La 24 (agrupación que lleva ese nombre en representación a las 23 provincias argentinas y la Capital Federal), fue el espacio PRO donde se formó Maximiliano Sahonero, conocido como «el puntero del PRO» en la Villa 31, a pesar de que él se define como un «referente social» y asegura que «nosotros no hacemos un negocio con las necesidades de la gente, nosotros ayudamos desinteresadamente».
Sahonero, hoy legislador porteño, es uno de los dirigentes más potenciados por Macri para llegar a sectores sociales en principio más hostiles a Cambiemos. Es oriundo de Villa Lugano y su historia de vida deja atrás a una abuela montonera y un padre con historia de dirigencia social. Algo así como un gran recurso de campaña para Macri, utilizado de la misma manera que el propio presidente llegó por ejemplo a inaugurar una estatua de Perón junto a Hugo Moyano, Eduardo Duhalde y Gerónimo Venegas a principios de octubre del 2015. Su fidelidad al macrismo nació cuando Vidal le otorgó escrituras en el barrio de Lugano, cuando la actual gobernadora bonaerense era ministra de Desarrollo Social porteña.
Al grupo de dirigentes incipientes se suma con 28 años una de las más jóvenes funcionarias PRO surgida políticamente en La Generación, María Pía Delneri, quien estudió Relaciones Internacionales en la UCA y luego pasó por distintos cargos en la Ciudad de Buenos Aires. Perteneció al área de prensa de la Jefatura de Gabinete nacional, hasta llegar a la Cancillería como directora de Comunicación. Es una de las máximas defensoras de los globos amarillos que implementó “Piter” Robledo. Para la funcionaria, el reparto de globos en las calles porteñas es algo así como interpelar al vecino: “Yo milité en las esquinas durante años. Cuando le dabas un globo a un chico, eso te daba el pie para hablar con los padres sobre las propuestas. Los globos nos permitían acercarnos a la gente. Una de las cosas que más destacamos de Marcos Peña es que entendió que es importante que la comunicación llegue a todos. No podés estar siempre hablándole al grupo de íntimos, acá es mucho más abierto, le hablamos a todos», definió en su última entrevista con La Nación.
En la mayoría de los proyectos electorales de Cambiemos, los jóvenes que llegan al poder poseen algunas características propias y fundamentales para ser tenidos en cuenta. Son estudiantes o egresados de las Universidades privadas más caras del país; siempre han pertenecido a sectores socioeconómicos altos o al menos han tenido la oportunidad de viajar a otras universidades privadas del mundo para formarse, de la misma manera que acceden a una educación privada tanto a nivel primario como secundario en el país, y por último casi como una prueba inicial han comenzado sus tareas en diferentes cargos durante la jefatura porteña de Macri o la posterior de Horacio Larreta en la Capital Federal, ya establecida desde hace años como la principal cuna de dirigentes PRO.
Los dirigentes jóvenes de Cambiemos se mueven en la agenda mediática de una manera bien diferenciada a los políticos más tradicionalistas. Utilizan un lenguaje “friendly” en las redes sociales para con propuestas como la entrega de globos en la calle para “dialogar con todos”. Lo extraño es que estos grupos de militantes PRO que suelen salir por la Capital Federal se concentran en barrios de alto poder adquisitivo como Recoleta o Palermo, mientras que es muy difícil verlos haciendo algún tipo de acción en barrios más humildes. Por eso, el hablarle a “todos” que proponen no siempre es tan literal; no es más que un discurso creado por el plantel de Jaime Durán Barba para que Mauricio Macri distribuya en sus espacios un lenguaje cautivador pero vacío de contenido transformador.
Es decir, utilizar la política y los medios de comunicación -sean tradicionales o digitales- para llegar al poder con un gran apoyo popular, pero sin importar realmente qué cuestiones de fondo se discutirán como lo deben ser la educación, las políticas públicas de inclusión social, o las reformas económicas que permitan desarrollar una producción nacional hoy abandonada en varios sectores.
“Hacer el país juntos”, “cambiando el país juntos” o “haciendo lo que hay que hacer” son frases que el gobierno nacional ha instalado en la agenda mediática para dar una sensación de control, al mismo tiempo que la economía sigue sin un rumbo claro y la cantidad de pobres en el país aumenta con el paso de los meses. Los jóvenes PRO, sean de La Generación de los 30 o aún con algunos años menos como los que forman la Juventud PRO interpretan este mensaje y lo trasladan a redes digitales para dejar de debatir sobre la cultura emancipadora que se requiere en un país con años de desastres económicos y golpes militares, para pasar a contarle a sus amigos virtuales qué gustos tienen y qué actividades prefieren realizar en su tiempo libre, como si de alguna manera esto fuera a cambiar alguna realidad puertas adentro del Congreso.
Es la nueva política nacida desde una revista Gente. Un ratito de discusión para unos y mucho entretenimiento para el resto. No son -ni serán- jóvenes que se planteen soluciones sociales para mejorar la calidad de vida de las personas, principalmente porque no conocen la realidad del vasto territorio argentino y tampoco quieren hacerlo.
Días atrás Marcos Peña aseguró en el XVIII Foro Iberoamérica que «la oferta política es poco atractiva», al destacar la fórmula de Cambiemos para seducir al electorado. “La demanda electoral está enmarcada por un empoderamiento de la sociedad. Pero la oferta política es poco atractiva, con canales de comunicación obsoleto y con soberbia basada en esa lógica vertical. Donde algunas personas saben dónde tienen que ir y el resto acompañar y aplaudir ese discurso. A partir del miedo [por la crisis de 2001] creció esa idea romántica de aislarnos de todos y vivir de lo nuestro».
Lo que no recordó el jefe de Gabinete nacional es que precisamente el macrismo tiene la solución a la falta de discursos: perseguir a todos los que piensen distinto y no debatir sobre las bases de la economía social. Con Peña a la cabeza, los jóvenes PRO ya practican esto en sus cuentas sociales mientras juegan, en forma perversa, con otra forma, dicen, de hacer política.