Por Jerónimo Guerrero Iraola / Lo sucedido con la sentencia del juicio oral y público del caso Marita Verón, no puede menos que trazar sus equivalencias con lo sucedido con María Soledad Morales, y el escandaloso suceso del que fueran parte los jueces encargados en aquel entonces de “impartir” justicia.
La absolución de los trece imputados nos llena de impotencia, máxime en una semana en que el Poder Judicial, en todos sus niveles y esferas de incidencia, ha elegido abiertamente contraponerse a los designios de la democracia representativa, y a los sentimientos populares. Quienes hablan livianamente de que desde el Poder Ejecutivo se exacerba el tono beligerante, minimizan la virulencia clasista, corporativa y misógina de sus actos.
Una cosa, sólo una, a minutos de conocerse esta bochornosa resolución se muestra diáfana. La próxima batalla será contra ese Poder presuntamente inmaculado, iremos por ellos, por su simbología y su casta recalcitrante y oligárquica. Somos una generación que se forjó al calor de las grandes transformaciones, y no toleraremos ningún grupúsculo con ínfulas de profeta, ni aires de pacificación, que se crea el enviado de Dios en la tierra.
El medioevo quedó sepultado, y el linaje azul con él. En la Argentina de Néstor y Cristina estamos enterrando los últimos vestigios del despotismo… ¡Fuerza Susana!